Las grandes tecnológicas han entrado en una nueva fase de independencia: ya no esperan a la red eléctrica estadounidense.
Empresas como OpenAI, Oracle, Meta y xAI (de Elon Musk) están levantando sus propias plantas de energía, principalmente de gas natural, para alimentar los enormes centros de datos que entrenan y ejecutan modelos de inteligencia artificial como GPT-5.
En Texas occidental, OpenAI y Oracle desarrollan el Proyecto Stargate, una infraestructura valorada en 500.000 millones de dólares que incluye generación de energía in situ.
Mientras tanto, en Memphis (Tennessee), xAI de Musk opera sus centros Colossus 1 y 2, impulsados por turbinas de gas.
Equinix, otro gigante de la infraestructura digital, emplea celdas de combustible para generar electricidad dentro de más de una docena de sus centros de datos estadounidenses.
El fenómeno ya tiene nombre: “Bring Your Own Power” (BYOP) (trae tu propia energía), una tendencia que está redefiniendo la industria eléctrica estadounidense y creando una auténtica fiebre del oro en torno a la energía para la IA.
El motivo de este movimiento es simple: la red eléctrica de EE. UU. no puede seguir el ritmo.
La demanda eléctrica crece mucho más rápido de lo que las empresas de energía pueden construir nuevas plantas o líneas de transmisión.
Según la consultora ICF, el país necesitaría añadir 80 gigavatios de capacidad por año para cubrir la demanda combinada de IA, nube, criptomonedas e industrialización, pero actualmente solo produce 65 GW.
Esa diferencia equivale a dos veces el consumo eléctrico de Manhattan en verano.
Hoy, un solo centro de datos puede consumir tanta energía como 1.000 tiendas Walmart y una búsqueda con IA gasta hasta 10 veces más electricidad que una búsqueda tradicional en Google.
Antes de 2020, los centros de datos usaban menos del 2 % de la electricidad nacional; para 2028 podrían alcanzar el 12 %, según el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley.
En enero de 2025, Donald Trump declaró una “emergencia energética nacional” para evitar que Estados Unidos quedara rezagado frente a China en la carrera por la IA.
Mientras tanto, China duplica la inversión estadounidense en energía, almacenamiento y redes eléctricas, añadiendo 429 GW el año pasado frente a solo 50 GW en EE. UU.
La falta de planificación centralizada, la burocracia en permisos y la escasez de transformadores, cobre y acero (agravada por los aranceles de Trump) ralentizan los proyectos.
Algunos estados como Oklahoma y Texas han aprobado leyes que permiten a las empresas construir sus propias plantas eléctricas, lo que acelera aún más el auge de la energía privada para IA.
La tendencia también está beneficiando a Caterpillar, que amplía su producción de motores y turbinas industriales para cubrir la demanda de energía temporal de los centros de datos.
Mientras el gobierno reduce la financiación para proyectos climáticos y aumenta los permisos de perforación petrolera y minería de carbón, las inversiones en energías renovables comienzan a caer.
La eliminación de créditos fiscales federales amenaza con frenar cientos de proyectos solares y eólicos, justo cuando la IA dispara el consumo energético.
Paradójicamente, la revolución más avanzada en inteligencia artificial está reviviendo el uso intensivo de combustibles fósiles.
Las tecnológicas lo justifican como una medida temporal hasta que la red eléctrica se modernice, pero muchos analistas dudan que el regreso al gas sea pasajero.
Algunas empresas como Equinix ya están firmando acuerdos para usar pequeños reactores nucleares modulares (SMR) en el futuro, buscando independencia energética total.
Otras, como Joule Capital Partners, experimentan con baterías y microturbinas híbridas que combinan gas, solar y almacenamiento.
Además, Microsoft planea estar abastecido por una planta de fusión nuclear en Washington.
El consenso es que la crisis energética durará al menos tres a cinco años y que los centros de datos de IA, seguirán construyendo infraestructuras energéticas paralelas al sistema nacional.
La carrera por la IA está transformando la energía global más rápido que cualquier otra tecnología en décadas.
De Texas a California, las grandes tecnológicas están redefiniendo lo que significa ser una empresa de software, convirtiéndose en productoras de energía para sostener su crecimiento.
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