Un adolescente de 13 años ha sido detenido en Egipto acusado de asesinar a un compañero de clase, en un caso que ha conmocionado a la localidad de Ismailia y reabierto el debate sobre la exposición de menores a contenidos violentos.
Según informaron medios locales e internacionales, el joven habría cometido el crimen en su domicilio aprovechando la ausencia de sus padres. Posteriormente, trató de ocultar el cuerpo y fue arrestado tras una investigación policial que permitió localizar los restos de la víctima.
Durante el interrogatorio, el menor afirmó que su comportamiento estuvo motivado por escenas violentas que había visto en películas y videojuegos, según la información citada por el diario británico The Sun.
Las autoridades egipcias han ordenado una evaluación psicológica y psiquiátrica del menor, mientras la Fiscalía de Menores investiga el caso. El joven permanece bajo custodia en un centro de atención juvenil, según fuentes judiciales.
El suceso ha generado una amplia preocupación social en Egipto por el posible impacto de la violencia mediática en adolescentes.
Expertos en psicología infantil y educación han pedido reforzar la supervisión parental y la alfabetización mediática para evitar que los menores imiten conductas nocivas o inadecuadas.
¿Existe una relación real entre la violencia y los videojuegos?
Los especialistas coinciden en que la justificación de una «supuesta curiosidad», no es suficiente para comprender un acto tan extremo ejecutado por un menor.
Es cierto que los niños y adolescentes tienden a imitar conductas observadas (ya sea en casa, en el entorno o en contenidos audiovisuales) pero la capacidad de distinguir la realidad de la ficción, junto con los factores biológicos, emocionales y educativos, son los que determinan si una persona puede cruzar ciertos límites.
La exposición a contenido violento no convierte a nadie en asesino, de hecho, la mayoría de jóvenes consume ese tipo de material sin mostrar conductas agresivas.
Factores psicológicos que pueden alterar los límites morales
La neurociencia y la psicología del desarrollo señalan varios factores que pueden influir en conductas violentas severas en la época de la adolescencia:
- Impulsividad extrema y déficit de empatía, asociados a ciertos trastornos del desarrollo de la personalidad.
- Ambientes hostiles o negligentes, donde la violencia se normaliza.
- Curiosidad de riesgo, una forma de búsqueda de sensaciones intensas sin valorar las consecuencias.
- Trastornos psicóticos o disociativos, que pueden distorsionar la percepción de la realidad.
Un estudio publicado en 2014 denominado «Inventario de curiosidad y exploración II» distingue dos formas de curiosidad:
- La intelectual o de crecimiento (stretching), que impulsa a aprender.
- La curiosidad de riesgo (embracing), que lleva a explorar lo desconocido sin medir peligros.
En adolescentes con impulsividad elevada o escaso control emocional, esta última puede derivar en conductas autodestructivas o transgresoras.
Psicosis o psicopatía: dos explicaciones clínicas posibles
Los expertos en psicología forense señalan que el canibalismo y la violencia extrema son conductas profundamente atípicas, suelen asociarse a dos grandes cuadros clínicos:
1. Psicosis
Pérdida del contacto con la realidad, delirios o pensamiento desorganizado. En estos casos, el individuo actúa bajo una alteración mental grave e involuntaria. Se le considera, en parte, víctima de su trastorno.
2. Psicopatía
Frialdad emocional, ausencia total de empatía y control racional de los actos. Aquí sí hay conciencia y responsabilidad penal.
La conducta del joven (la planificación, la serenidad posterior y la aparente falta de remordimiento) podría situarse entre estos dos polos, pero solo un examen psiquiátrico podrá determinar si se trató de una desconexión con la realidad o de una mente sin empatía.
La realidad es, que la raíz del problema está en la mente
Ni la curiosidad, ni los videojuegos, explican por sí solos un crimen tan atroz.
El acto de quitar una vida con frialdad y desmembrar un cuerpo no surge de la influencia externa, sino de procesos mentales alterados o predisposiciones patológicas.
Conclusión
En última instancia, será la psiquiatría la que determine si en este caso hubo enfermedad o maldad. Pero la reflexión social debe ir más lejos..
¿Estamos comprendiendo lo suficiente la salud mental infantil? ¿Humana? ¿Sabemos detectar las señales de alarma en edades realmente tempranas?
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